martes, 6 de mayo de 2014

Cuaderno de bitácora: Titan Km 0, día 11

22 de abril, 2014.
Me levanto a las 8:00 hora local.
Bajo a desayunar y me acerco a una tienda oficial Maroc Telecom.
La idea es resolver, por fin, la cuestión del 3G que necesito para poder publicar en el blog.
Me hacen rellenar y firmar un contrato. Me cobran 10 drh y que con 100 drh más tendré 3G. Bueno pues todavía estoy esperando a poder conectarme. Conclusión: no perdáis el tiempo ni el dinero.

Así que al final no salgo de Tetuán hasta después de las 10.
La mañana pinta nubosa con claros. Y pronto la carretera se empieza a convertir en un elemento hostil: en un principio desaparece el arcén y el firme se vuelve muy irregular; y a partir de Chefchouen empiezan a aparecer calvas que más adelante serán tramos sin firme.

Voy con retraso así que no entro en Chefchouen (el pueblo queda a unos 5 kms a la izquierda de mi ruta). Pero hago la parada para comer por allí.


Por cierto, que no sabía yo que  eso de Ketama fuera árabe...

Ignorante que es uno...

Bueno, pues el perfil de la ruta es castigador desde el principio, subiendo por aquí y bajando por allá. 
Pero a partir de Chefchouen se vuelve aún peor. Porque la carretera empeora y no acaba uno de subir de cota 250 a cota 700 en 4 o 5 kms (lo cual significa pendientes medias de entre 7-10 %) cuando ya está uno bajando hasta el pie de la siguiente subida.

Por contra, tengo unas vistas magníficas sobre unos paisajes estupendos, en todo su esplendor.

Y una cosa importante: gente amable que nunca te niega el saludo y que, en muchos casos, te anima con el pulgar hacia arriba.

El objetivo del día es hacer noche en algún punto intermedio en el camino hacia Fez. Y eso significa hacer, por lo menos, unos.120 kms.
Alrededor de las 17:30 hora local empiezo a sentir ansiedad por la conveniencia de encontrar un lugar donde pasar la noche.
Y es entonces cuando veo, en lo alto de una de esas montañitas que estuve subiendo y bajando todo el día, un pueblo. No tuve que salirme de la ruta porque, una vez más, mi track pasaba por lo alto del monte y, por ende, del pueblo.
Pero cuando llegué arriba y ví la calle principal, llena de tenderetes a punto de cerrar, basura por todas partes y un lodazal por pavimento, me desesperé porqué no creí posible encontrar allí un lugar donde pasar la noche.

Pos supuesto, os digo que no me atreví a sacar la cámara. Todo el mundo me miraba y me sentía intimidado.
La foto que os dejo aquí debajo la hice por la mañana.
 Así que saqué una sonrisa y empecé a preguntar por algún lugar para dormir. No había hotel, me dijeron al principio, pero, al fin, alguien me dijo que bajara a la entrada del pueblo. Efectivamente, en un rinconcito veo: "Hotel".
El edificio mejor no os lo describo. 
Pregunto por el precio: 30 drh (muy barato). Y subo a verlo: las escaleras, llenas de virutas, me llevaron a un primer piso donde me mostraron lo que tenían: habitación con dos camas. No había sábanas. Pregunto por el aseo (tengo sudor hasta en el pensamiento): "no hay agua corriente en este pueblo", me dicen. Es decir: no hay aseo. Tan sólo me muestran un "cagadero"  (de los de agacharse, ya sabéis) y un par de bombonas de agua de pozo para usar después de "evacuar".
"Me la quedo".


¿Que cómo me las apañé para asearme?
Saqué mi ducha portátil, la rellené con 3 o 4 litros de aquel agua de pozo, la colgué en el cuartucho del cagadero y la dejé caer sobre mi cuerpo hasta que se acabó.
Es impresionante lo que se puede hacer con muy poco cuando te gobierna la necesidad.
En cualquier caso lo que nunca falta es la amabilidad de la gente, a pesar de que su curiosidad temeraria, a veces, te intimide.

El track...
 

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